jueves, 7 de abril de 2022

filosofía para la vida. El Hedonismo de Epicuro.

 

Amor como dualidad, No recuerdo qué vine a hacer y "Tu alimentación al descubierto"


Hoy ha sido el primer día del año en el que he sentido el calor del verano llegando. Y por calor no me refiero solo a que la temperatura empieza a ser agradable, sino a ese momento en el que el sol te roza la piel y parece que los pequeños problemas se esfuman por un momento. Soy de esas personas a las que el humor les cambia con los rallos del sol.

Hace tiempo que no os traigo a uno de los pensadores que más hondo me caló desde el principio. Lo siento por los estoicos, pero no puedo dejar que pase mucho más sin recordaros alguna de las preciosas ideas de Epicuro.

Os comparto también un texto sobre la línea fina que hay entre complacer a los demás y olvidarse de uno mismo.

Empezamos.




El Hedonismo de Epicuro


Se generaliza mucho cuando se habla de hedonismo y se suele entender que para un hedonista la felicidad está en el exceso de placer, sin importar las consecuencias, en la huida del dolor a toda costa. Quienes hablan así, no han leído a Epicuro. Es cierto que existe una corriente extremista que basa la felicidad únicamente en el placer, los cirenaicos, pero no es así en el caso de Epicuro, que añade unos matices a su doctrina que, personalmente, me parecen bellísimos.

Para los epicúreos el placer es el inicio y el fin de una vida feliz, pero siempre haciendo un balance entre la satisfacción y el dolor que pueden llegar a provocarnos. De esta forma, ni todos los placeres son deseables, ni todos los dolores son malos. Así lo explica Epicuro:

 

"El placer es principio y culminación de la vida feliz. Pero no elegimos todos los placeres, sino que hay ocasiones en que soslayamos muchos, cuando de ellos se sigue para nosotros una molestia mayor.

También muchos dolores estimamos preferibles a los placeres cuando, tras largo tiempo sufridos , nos acompaña el mayor placer.

En algunas circunstancias nos serviremos del bien como de un mal y, viceversa, del mal como de un bien".





No recuerdo qué vine a hacer

El espacio que queda entre la complacencia a los demás y el desprecio a uno mismo es demasiado estrecho como para andar entre ellos haciendo malabares.

Con nuestra propia mano son pocas las veces en las que escribimos la siguiente línea de nuestra biografía y, tristemente, demasiadas las ocasiones en las lo hacemos empujados por otras voluntades que nos quedan lejos. Muy lejos.

Acabamos desembocando, poco a poco, en una sordera total hacia lo que el corazón nos pide  y, en el peor de los casos, por el cansancio, dejará de pedírnoslo. Es aquí, cuando ni si quiera en el silencio más afilado nos escuchamos latir, cuando estamos perdidos.


Aquí termina esta dosis de filosofía. Estoy muy contenta compartiendo este pequeño rincón con vosotros, ¿Qué te ha parecido? Cuéntame qué piensas , me encanta leeros.

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Gracias, de nuevo, por hacer esto posible.

¡Nos leemos pronto!

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